Ser conscientes de nuestra postura corporal hace que podamos prestar atención a pequeños detalles que a menudo pasan desapercibidos y que, con el tiempo, desencadenan múltiples problemas de movilidad.
Estar de pie en una postura equilibrada, estable, segura y confortable es imprescindible para que nuestro patrón de movimiento se mantenga relajado, ligero y firme a la vez.
Veamos como alinear y lubricar nuestro cuerpo:
Situamos los pies paralelos y ligeramente separados.
Los brazos cuelgan a lo largo del cuerpo. Los hombros y dedos de las manos caen relajados, sin resistencia. Deja que la gravedad haga sentir sus efectos.
El mentón un poco recogido y los ojos cerrados o entreabiertos, mientras la atención se centra suavemente en la respiración. Procurar inspirar siempre por la nariz. Espirar por la nariz o por la boca.
Después de algunas respiraciones, llevamos la atención a la planta de los pies y, sin movernos, con un ligero balanceo, desplazamos el peso del cuerpo hacia delante, hacia atrás y hacia los lados, de forma que sintamos como unas zonas se «llenan» mientras otras se «vacían» de peso. Por último llevamos la atención a los puntos centrales de las plantas de los pies y dejamos que allí se concentre todo nuestro peso.
Continuamos respirando suavemente, relajamos las rodillas dejando que se doblen ligeramente, apenas unos milímetros, con lo que aumentará la sensación de peso en la planta de los pies.
Después llevamos la atención a la columna vertebral y la repasamos mentalmente de abajo arriba y de arriba abajo. Respiramos con naturalidad.
Dejemos que las caderas se aflojen y el coxis caiga hacia abajo; esto hará que el tronco se relaje más y más, al tiempo que continua aumentando la sensación de peso en las piernas y en los pies.
Simultáneamente podemos imaginar que nuestra cabeza pende de un hilo sujeto en la coronilla, con lo que se intensifica la sensación de estiramiento de las vértebras. De esta forma vamos consiguiendo bajar nuestro centro de gravedad, manteniendo mayor sensación de peso en la parte inferior del cuerpo y de ligereza en la superior.
Una vez alineada la estructura corporal, necesitamos lubricarla para que los engranajes funcionen sin roces.
Humedecemos los labios y colocamos la punta de la lengua rozando la base de los dientes superiores, donde empieza el paladar. De esta forma se facilita la formación de saliva fluida, síntoma de que nuestro sistema nervioso parasimpático predomina sobre el simpático, lo que induce un estado general de calma y sosiego.
Por último, centra la atención en tu zona abdominal y siente como se expande al inspirar y se contrae al espirar.
Para intensificar la sensación que sientes ahora, trae a tu mente la imagen de un gran árbol, con raíces firmemente arraigadas en tierra, un tronco sólido y estable y unas ramas ligeras y flexibles. Quizá puedas sentir también el frescor de la tierra húmeda, la luz del sol y la savia circulando.
Con cierta práctica, interiorizarás esta agradable y poderosa sensación y podrás revivirla en cualquier momento del día, discretamente y sin necesidad de efectuar conscientemente todo el proceso anterior.
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