De vez en cuando, a lo largo del día, es vivificante parar un momento y prestar atención a lo que nos rodea, bien sea la naturaleza, las personas, un paisaje urbano o el cielo.
Mirar sin pensar, sin analizar, sin valorar, sin juzgar. Solo contemplar, sin opinar.
Se trata de mirar como si lo vieras por primera vez. Consciente de que, por primera y única vez y sea lo que sea que estés mirando, lo estás viendo tal y como realmente es en este preciso momento.
Si te resulta difícil parar y mirar, seguro que encuentras mil razones para pensar que es una pérdida de tiempo. Aunque quizá lo que ocurre es que tu cerebro está demasiado excitado y no se da la oportunidad de parar y mirar sosegadamente. Es una puerta abierta al estrés.
Por otra parte, una mirada superficial y rutinaria marchita la curiosidad, limita mucho la creatividad y nos impide ser conscientes y disfrutar de la gran cantidad de belleza que nos rodea en todo momento.
Las rutinas son necesarias y útiles pero la mirada rutinaria difumina los contornos, desvanece los detalles, ensombrece los colores y empobrece nuestra percepción.
Mirar lo que nos rodea, sean paisajes o personas, con una mirada renovada, como si fuera la primera vez, enriquece y revitaliza las rutinas cotidianas.
Te propongo parar un minuto, respirar y mirar a tu alrededor como si fuera la primera vez.
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