¿Quien está al mando?

En nuestro interior existe un personaje primario, egoísta, iracundo, temeroso, soberbio y apegado a sí mismo. Se comporta como un auténtico reyezuelo. Es el ego.

No nos permite razonar con lucidez. Tiene gran habilidad para camuflarse bajo la apariencia de carácter, temperamento, o personalidad. Con infinita sutileza, llega a confundirnos de tal modo que nos identificamos con él y le acabamos defendiendo a ultranza.

El ego forma parte de mi, incluso tiene su utilidad, pero, con toda seguridad, yo no soy él y no quiero que me haga olvidar mi esencia y se apodere de mí mente. Así que me conviene conocerlo bien y saber sus inclinaciones para darle justo su papel. Hay que mantenerlo a raya.

Madurar tiene mucho que ver con desenmascarar y poner en su lugar a ese reyezuelo caprichoso y malcriado que se oculta en lo más profundo de la mente. Si nuestras emociones y sentimientos están en sus manos, nos manipulará con su habilidad característica.

La persona madura tiene al ego bajo control, deja de lado las lamentaciones autocompasivas, no alimenta emociones perturbadoras ni tampoco pierde tiempo culpando a otros. Sencillamente, sale de su ensimismamiento y amplía su mirada.

Puede no resultar fácil si, previamente, no averiguo quien está al mando de mis emociones y sentimientos, porque quien maneja estos hilos tiene la capacidad de provocarme dolor o placer, alegría o tristeza y, por tanto, tiene el poder de dirigir mi vida.

En el taoísmo se hace clara referencia a la situación de predominio del ego diciendo que el invitado ha tomado el lugar del dueño de la casa. El budismo induce a procurar disolver el ego mediante la meditación para, en ese estado, poder acceder a una visión más clara de la realidad.

También la ciencia muestra un renovado interés por esta cuestión. Reconocidos neurocientíficos como Judson Brever y Robin Carhart-Harris han estudiado, mediante técnicas de neuroimagen, que cuando se experimenta un estado de disolución del ego, a través de la meditación o de la psicoterapia asistida por psicodélicos, en el cerebro baja drásticamente la actividad de la Red Neuronal por Defecto, de la que ya hablamos en el artículo ¿Qué pasa ahora en tu cerebro?.

El estado de la mente derivado de esta disminución de la actividad en la RND, favorece la expansión de la conciencia, con todo lo que puede conllevar en beneficio del propio individuo y de la sociedad.

Para ilustrarlo, nada mejor que una reflexión de Albert Einstein recogida por Walter Sullivan en el artículo «The Einstein papers: A Man of Many Parts», publicado en The New York Times el 29 de marzo de 1972:

Un ser humano es una parte de la totalidad que llamamos Universo, una parte limitada en el espacio y el tiempo.

Este ser humano se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos, como algo aparte del resto, una especie de ilusión óptica de la conciencia.

Esta ilusión es para nosotros como una cárcel, puesto que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto de unas pocas personas cercanas.

Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta cárcel mediante la ampliación de nuestro círculo de compasión, para que abarque a todas las criaturas vivientes y toda la naturaleza en su belleza.


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